La existencia de Mella deja para el presente la certeza de que la juventud no es el futuro de un país,
sino su presente; y para las filas comunistas, el ejemplo de militar creando, y de defender las ideas desde la valentía, la belleza y el ímpetu.
Ese pasaje del 10 de enero de 1929 tiene, como la vida de Mella toda, sustancia para el mito; pero limitarse a la conmoción de la anécdota sería obviar que los asesinos enviados por el dictador Machado troncharon –al decir de Fidel–, «aquel talento extraordinario, aquella vida fecunda».